Cierto es que el primer equipo de fútbol de nuestro pueblo tenía hace tan solo tres años una seña de identidad: convivían en el vestuario once chicos provenientes de la cantera. También es cierto que esta temporada va a quedar solo el veintisiete por ciento de aquellos nombres. Cifras que no se pueden rebatir y que predican, con sus matices, una realidad incontestable, se ha producido una curva descendente y muy acusada en este sentido.
¿Causas? las habrá de todo tipo y cada una con su tonalidad, habrá hasta quien piense que el paso por la Tercera nos ha traído una singladura catastrófica. Pero deberemos convenir que estos chavales jugaban porque venían deportivamente de donde venían, con una reputada experiencia competitiva, y que ahora tienen todo el derecho del mundo a pescar en aguas diferentes o de un nivel superior, como lo han hecho los de antes, los del medio y lo harán los que vengan.
Suficientes nombres rondan nuestras cabezas, jugadores que son recordados como futbolistas caspolinos y del Caspe, y han tornado estancias en otros lares, ya fueran parciales o definitivas.
Es lógico que esto suceda y también debe ser normal que sepamos comprenderlo y debatirlo en su justa medida, tanto por la decisión que han tomado nuestros chicos, no olvidemos que son dueños de su destino, como por la nula culpabilidad achacable a los nuevos rectores que se han topado con una realidad encadenada y difícilmente retornable. (Vicente Bordonaba)
- El primer paso por Tercera División (14/15) deja cuatro bajas que quedan compensadas por seis altas.
- En el segundo paso de Tercera (17/18) los jugadores suman la mayor cantidad de minutos en el campo comparando todos los años.
- Para la temporada siguiente (18/19) se producen cuatro bajas tras el descenso de categoría.
- Para la próxima temporada (19/20) hay cuatro bajas más, dos marchan a categoría nacional y uno lo deja por estudios.
- Siete de los ocho jugadores que han salido del equipo en las dos últimas campañas habían sido alineados en más/menos treinta partidos.