De pie: Bienvenido, Félix, Titín, Cardona, Leoncio y Antoné. Agachados: Casanova, Lacruz, Fillola, Arto y Romera.
Era un domingo por la mañana. Salían entonces los jugadores desde la puerta del Ayuntamiento en taxis. Tenía ficha de juvenil y me llaman: 'oye Bienvenido, falta uno y tienes que venir…' yo les contesté, 'pero hombre, déjame ir a casa para decir que no voy a comer', entonces no había móviles. Dice, 'nada, no, sube, tenemos que marcharnos ya'. Y ni corto ni perezoso me subo al coche y debuté como titular contra el Calvo Sotelo, todo un equipazo.
Me tocó un lateral que me llevaba medio metro y me dijo: chaval, tú tranquilo, no me compliques mucho la vida si no te voy a colgar a la grada. Y bueno, y debuté. La verdad, hice lo que pude, claro.
Pero eso me sirvió mucho porque entonces la prensa daba mucho hincapié, hacía mucho seguimiento regional. Un periódico, el Oriéntese, otro, el Zaragoza Deportiva… y al ver que un juvenil había debutado en Tercera División, los del Zaragoza se pusieron en contacto con mi padre. Y de ahí fiché por el Zaragoza Juvenil. Vaya coincidencia.
Durante un año, una temporada estuve con ellos, y luego, bueno, ya se me complicaron mucho las cosas porque fui a estudiar interno y no podía llevar el ritmo de entrenamientos y tal. Pero cómo son las cosas, por la coincidencia de una cosa me salió el fichaje por el Zaragoza Juvenil.
Son anécdotas que tengo muy grabadas porque desde los cuatro años subía con mi padre a ver el fútbol. Mi padre era muy aficionado y me llevaba a los pueblos, a Mequinenza, a Alcañiz, con un camión íbamos entonces.
Creo que no ha habido un domingo en mi vida que no haya hecho fútbol. De una manera u otra. De jugador, de entrenador, de aficionado… de lo que sea. Y al Caspe le he dedicado mucho, mucho, mucho, mucho tiempo, mucha ilusión y muchas alegrías y alguna tristeza también, porque la vida es así.