Entonces había quinientos y pico socios. En General se ponían hasta tres filas de gente porque había un lometa, y en Preferencia como dos filas, por lo menos. Una abajo y otra arriba.
Recuerdo, que antes de poner las chapas de hierro eran de madera, y mi padre me ponía detrás de un pilastrón para que no pegaran un pelotazo.
Y ya era socio.
Tengo setenta y un años y he llegado al uno cuando lo normal es que sean octogenarios. Es que llevo muchísimos años siendo socio del fútbol.
A lo primero, el tio Felipe que era el portero, nos dejaba entrar, aunque yo podía entrar porque era socio, nos dejaba entrar a mi y a mis amigos si íbamos con un capazo a recoger piedras y cuando habíamos recogido un capazo de piedras, nos dejaba pasar.