Como era el único ingreso que entraba en casa porque su madre era viuda, no se quedó y se volvió a Caspe, y jugó en el Caspe.
En el Andorra jugó dos o tres temporadas.
Era muy buen jugador. Era un extremo con mucha potencia.
Recuerdo que un día, entonces las vallas eran de madera, se clavó una astilla, maja, cogió se la quitó y a seguir.
Tenía una naturaleza que era, bueno… fabulosa. Una constitución fuerte.
Vino un entrenador, no recuerdo como se llamaba, le hizo practicar porque le pegaba solo con una pierna, lo descalzaba y le hacía tirar con la pierna distinta.