Había gente que te minaba o quería minarte la moral diciéndote esas cosas.
Sinceramente, a mi, eso ni me ocupaba ni me preocupaba mucho. Yo estaba bien jugando al fútbol. El Caspe me dio la oportunidad y de hecho estuve tres años.
Cuando fui tenía unos ciertos galones y a veces llegar a un pueblo con esos galones no te aceptan por igual los nativos.
Se necesita pasar un tiempo con el equipo para que asuman y te vean cómo eres, como persona, y al final, todo queda como debe ser.
Por parte de la gente de Caspe me sentí bien tratado y nunca tuve ningún problema.
Después de los partidos quedábamos a almorzar, cenar o a merendar por allí, por Caspe.