Club Deportivo Caspe
 

Temporada 1949/50


Si la temporada pasada había representado la eclosión del fútbol federado por tercera vez en Caspe, ésta simboliza su total confirmación. A lo largo del año y máxime cuando transcurra el ecuador de la campaña, el C.D. Caspe acogerá el cénit de la competición, enloqueciendo a sus aficionados, que no cejarán en considerar al equipo como un privilegio social, incluso el propio alcalde de la localidad hará partícipe oficialmente al Ayuntamiento de la alegría que fluye por las venas de la gente en la población.

El C.D. Caspe cumple su segunda temporada adscrito a la Federación. Juega un torneo veraniego (triangular) con Escatrón y Alcañiz, a quienes vence contundentemente. Los partidos con el Escatrón fueron peculiares, en casa (11-1) don Francisco Blasco Freja recuerda: "Julve nos dijo que no metiéramos más goles", y en la salida, tras ganar por la mínima (5-6), no estando conformes los locales con el resultado del partido, "...hicimos el viaje en un camión y al pasar por el puente del ferrocarril que hay a la salida del pueblo, nos tiraron un saco de tierra que nos puso perdidicos", asegura don Miguel Pina Cirac.

Se juegan varios amistosos con buenos resultados y se encara a continuación la Primera Regional Grupo Segundo (Bajo Aragón) con "mucha moral". Rufo había dejado en verano al equipo y en los comienzos de esta temporada les dirige un aficionado empleado en la RENFE, "un tal Sevilla", según varios testimonios que no pudieron aclarar más datos. Al final del torneo ocupará el banquillo Emilio Peralta. Por su parte, la Junta Directiva ficha a nuevos jugadores en la creencia de que con esta política se mejora el rendimiento deportivo.

La Liga comienza con derrota, pero en la segunda jornada cambia el signo de la competición, que finalizará con la conquista del primer puesto. El C.D. Caspe se encarama pronto a posiciones de honor que compartirá hasta el último momento, no exentas de lucha y sufrimiento. A falta de una jornada para terminar, la tabla define estas diferencias: Agrupación, 19 puntos; Torrero y Caspe, 18, y Mequinenza, 13. De los cuatro equipos, tres de ellos tienen posibilidades de victoria final, emoción sin límite pues quiere el calendario enfrentarlos entre sí: En Caspe, Caspe-Agrupación, y en Zaragoza, Torrero-Mequinenza. Para complicar todavía más la situación, en fechas previas el Mequinenza manda un telegrama anunciando que no se puede desplazar; la Agrupación reacciona solicitando el aplazamiento de ambos choques dada su importancia y éstos se posponen para el 1 de enero de 1950.

Las cábalas son continuas. Las combinaciones hacen campeón a uno u otro equipo. Todos saben lo que tienen que hacer y presumen el calvario que han de sufrir. Pero ocurre lo imprevisto: el Caspe se desmelena y consigue la victoria más abultada de la competición (7-1), precisamente frente al líder. Lo inesperado se hace realidad y todos piensan que los caspolinos jugarán la fase de ascenso a Tercera División. La historia, sin embargo, no había escrito su última palabra. El Torrero, que también había ganado, presiona a la Federación. Bajo su entender, el Caspe no es campeón, ambos equipos han quedado empatados a 20 puntos y el golaverage entre ellos no acusa diferencias (el Caspe había ganado en casa 1-0 y el Torrero en la suya 2-1); por tanto, se ha de jugar un partido de desempate. Los directivos del Caspe viajan a Zaragoza, la razón les asiste: una vez hechos todos los cálculos en el cómputo general sobrepasan al Torrero. Los siguientes días son controvertidos. Definitivamente se adopta la primera fórmula y los dos equipos pugnarán por la plaza de ascenso el día de Reyes, en la localidad de Híjar, equidistante del lugar de residencia de ambos conjuntos.

El C.D. Caspe desplaza a una masa ingente de aficionados que emplean toda clase de medios para hacer el viaje y no perderse tan preciado acontecimiento. El Torrero no concita tan alto número de seguidores pero aún consigue llenar tres autocares. El espectáculo está servido y se presume memorable. Bajo la dirección del colegiado López Lasheras el conjunto caspolino presenta a Gil, Bargalló, Martín, Abadía, Pascual, Royo, Catalán, Lamarca, Jacinto, Bené y Pueyo. En el minuto 7 se adelanta el Torrero en el marcador con gol de Carlos. Se masca la tragedia ante gol tan madrugador. El público se impacienta e irrumpe en el terreno de juego al anular el árbitro un gol caspolino por mano de Lacambra. Llega el descanso y ambas formaciones retornan a vestuarios. Por el momento, el Torrero es vencedor.

La segunda mitad será decisoria y hasta el postrero minuto no se conocerá al equipo que va a representar al Grupo Segundo en su conquista de la categoría superior. Las cosas cambian repentinamente cuando el Caspe, por mediación de Jacinto, de tiro raso, consigue la igualada. Corre el minuto 5 y queda todavía un mundo para terminar. El reloj va desgranando quejoso los siguientes instantes, el Caspe, por el momento, está clasificado (si quedase el partido empatado se jugaría una prórroga de media hora y de persistir la igualada la plaza sería adjudicada a los caspolinos por mejor coeficiente general). La emoción es indescriptible, los aficionados de Híjar, Samper, Sástago y otras poblaciones vecinas no se han querido perder el partido y apoyan fervientemente a su homónimo del Bajo Aragón, pero la suerte está echada. Faltan cinco minutos para el final y Lamarca sorprende al cancerbero zaragozano; el campo es invadido de nuevo por los exaltados "hinchas" del Caspe, que explotan de alegría. Terminado el partido, los jugadores son vitoreados y llevados a hombros a vestuarios.

El recibimiento en Caspe es apoteósico. Se ha corrido como un reguero de pólvora la buena nueva. El boca a boca ha funcionado a la perfección. Todo el mundo conoce ya cuál ha sido el signo del encuentro y el triunfo conseguido. Los jugadores son esperados en la entrada del pueblo con la banda de música. La plaza Aragón es un hervidero de gentes que prorrumpen en gritos jubilosos cuando llega el equipo. Sus jugadores son llevados en volandas hasta el Ayuntamiento, donde son recibidos por el alcalde. El C.D. Caspe acaba de escribir una página brillante en su historial deportivo.

Con el gozoso clamor repicando todavía en los tímpanos de jugadores y aficionados, el Caspe debe afrontar un nuevo reto (pugnará por una plaza de ascenso a Tercera División frente a Binéfar y Hernán Cortés). Pero la siguiente fase va a ser un completo fiasco, parece como si una vez conseguido el triunfo pasado ya se hubiera llegado al final de la carrera, y no, el fútbol es una empresa harto singular, se ha de festejar el momento presente porque el futuro es algo que está todavía por llegar y además es otra historia. El C.D. Caspe cae estrepitosamente en esta liguilla, pierde los cuatro partidos, marca sólo tres goles y encaja quince. El Binéfar gana por dos a uno al Hernán Cortés en Huesca, en partido de desempate, y será el nuevo tercera.

A pesar del revés sufrido en las últimas fechas, la sed de fútbol en la afición caspolina permanece inalterable y el equipo se inscribe en el Campeonato de Aficionados. La suerte, no obstante, volverá a serle adversa y cae derrotado frente a la A. Jaca, que clasifica para la siguiente ronda.

El Club, administrativamente, ha ido evolucionando a lo largo de la temporada y se producen algunos cambios internos en su seno. Tomás Castillón sigue al frente de la Sociedad, pero cobra cada vez más fuerza la labor de su vicepresidente Miguel Morales, que le sustituirá en la toma de decisiones. Se convoca una oposición para contable, plaza remunerada con treinta duros al mes, que consigue Plácido Peralta, cuya responsabilidad era llevar las cuentas del Club y tenía a su cargo unos taquilleros encargados de vender las entradas y abonos mensuales. Los abonos tenían varios precios, distinguiéndolos por colores según la ubicación en el campo (detrás de las porterías, preferencia, general...). Había alrededor de ochocientos socios y la sede social estaba en el primer piso del Bar Gol, a la que se accedía por una escalera aparte del local.

La entidad pasa por una etapa de esplendor y se adquieren usos de equipo profesional. Antes de disputar los partidos importantes (Agrupación, Torrero en Híjar, Binéfar...) los jugadores son concentrados. La noche anterior van a dormir al Hospital de Santo Domingo. "A la mañana siguiente..." -dice don Joaquín Pueyo Ballabriga-, "...después de levantarnos, hacíamos gimnasia, almorzábamos, íbamos a misa, pasábamos el rato con las cartas y, tras la comida, andando al campo si se jugaba en casa o al autocar si debíamos desplazarnos."

Los desplazamientos se efectúan ahora en el "coche de línea" de Caspe-Maella-Mazaleón, propiedad de los Rufat (Jaime y Mariano) de Maella y conducido por Mariano Rufat y su hijo Ángel. Hay otro vehículo que recogerá el testigo acompañando al equipo y en el que se vivirán las más insólitas y disparatadas experiencias: "Era un Chevrolet de 21 caballos y seis cilindros, del año 36 ó 37 y de 19 plazas; después andaría con un motor Dodge", dice don Patricio Magallón Ferrer, que junto a don Manuel Blasco Lasheras fueron las personas que en más ocasiones lo gobernaron. La "Rubia", como se la conocía popularmente, era propiedad de los hermanos Fontoba y carrozada en sus talleres. "Entonces..." -prosigue el señor Magallón-, "...se compraba un chasis al que ensamblábamos un motor. Posteriormente se cubría con chapa (hecha a mano) el frontal y el techo y se remataba con madera y unos cristales corredizos, barnizando todo al final. En verano había que mojar las junturas, puesto que se abría la madera y como las carreteras eran de tierra entraba mucho polvo por los resquicios".

De la "Rubia" se cuentan "las mil y una historietas", peripecias que el paso del tiempo ha hecho amables y casi heroicas:
- "En un viaje a Flix el radiador perdía continuamente agua, que hubo de reponerse hasta con los sobrantes de los pasajeros, eso sí, no era necesario el control «anti-doping»."
- "Volviendo de Mequinenza, y una vez pasado el puente, había un badén en la carretera. El coche, por su parte, tenía un depósito intermedio entre el motor y el depósito principal. Quiso la suerte que el auto chocara en sus bajos a la salida del badén, quedándose en el camino el depósito principal de la gasolina sin percatarse nadie del incidente. Como todavía quedaba líquido en la conducción el vehículo siguió adelante, pero a mitad del ascenso al puerto se paró. Una vez conocida la causa de la avería tuvieron que volver unos cuantos para hacerse cargo del exiguo carburante que quedaba en el maltrecho depósito."
- "En un desplazamiento a Binéfar, y antes de pasar el puente del Ebro, se les rompió la dirección. Tras las «maravillas» del chófer para evitar el accidente, tuvo éste que desmontar allí mismo el engranaje para arreglarlo y proseguir el viaje."
- "Viniendo de Mora se quema la junta de la culata y como no podían continuar les remolca un camión. En el ascenso a una cuesta se rompe la cuerda por el peso que arrastraba y el conductor de la «Rubia» consigue, como puede y marcha atrás, poner el encendido. A duras penas remontan el trecho que faltaba hasta la cima y en la bajada sobrepasan al camión que no se había percatado del hecho. El susto del camionero sólo fue comparable a la cantidad de humo que salía del radiador cuando ambos vehículos pararon en el llano."
- "En otro de los múltiples viajes que la «Rubia» hizo para el C.D. Caspe se les incendió el motor y como la carrocería era de madera tuvieron que hacer de bomberos, apagando el fuego con las gabardinas."
- "Viajando hacia Zaragoza, y una vez pasado Bujaraloz, dice uno de los ocupantes: «Mira, mira, una rueda que nos adelanta y se va por el monte», por supuesto que era del mismo vehículo en el que estaban montados."
- "En otro viaje a Zaragoza, y cuando estaban adelantando a una galera en una calle de adoquines, se cruzó un camión. Tan justo pasaron los tres vehículos que la rubia recibe una marca en el lateral. Todos se dieron un buen susto y alguno «se quedó blanco como el papel»."
- "Regresando un día de Bot, y tras haber probado el buen vino de la zona, iban todos alegres y contentos recreándose en las ocurrencias que se contaban cuando uno de los ocupantes se dio cuenta de que faltaba un compañero. ¿Dónde está Manolé? ¿Dónde está Manolé?, y Manolé estaba en la baca del coche a la que había accedido por una de las ventanas. Afortunadamente no hubo mayores consecuencias."

En fin, cientos de historietas llenas de gracia y algunas de ellas de peligro que son ciertamente "chocantes" cuando las oyes contar a sus verdaderos actores. Anécdotas que acompañaron los cuatro o cinco años que duró la "Rubia" hasta su venta, demostrando una vez más los limitados medios de que se disponía y lo épico de algunas circunstancias que les rodearon.

Deportivamente, y tras asimilar las derrotas en la Liga y el Campeonato de Aficionados, el Club inscribe al equipo en la Copa de Primavera, que paliará, en parte, los recientes sinsabores. El torneo consta de dos fases. En la primera se forman grupos que jugarán en sistema liga (todos contra todos), clasificando al campeón para la siguiente ronda. la segunda fase enfrentará a los campeones de grupo en sistema copa (eliminación a doble partido). El campeón absoluto recibirá como precio Copa y 750 pesetas en metálico; el subcampeón, Copa y 250 pesetas y tres premios más de 100 pesetas cada uno.

El Club Deportivo Caspe disputa la primera fase con Calanda, Híjar, Sástago, Alcañiz y Mequinenza, obteniendo la primera plaza. En segunda fase se enfrenta al Escoriaza, que le gana por ocho-dos en el global de la eliminatoria, con lo que concluirá la temporada para el principal abanderado de la ciudad.

Por lo antedicho hasta el momento, es fácil suponer el gran ambiente futbolístico que se respiraba en la localidad desde la vuelta de su máximo exponente a las competiciones oficiales. Por ello, además del Club Deportivo había otros equipos que practicaban el fútbol (el Colegio Virgen del Pilar organizaba partidos en las fiestas de Santo Tomás de Aquino y traían, casi siempre, al Pedro Cerbuna de Zaragoza) y los mismos jugadores caspolinos fichaban por equipos de la comarca. Prosigue esta liga entre peñas, de las que sobresalen con luz propia la Plaza y la Cantera y el Frente de Juventudes, selección de todas, que esta temporada tendrá la oportunidad de representar a la provincia de Zaragoza en la fase sector de Teruel.

Comienza el Frente de Juventudes su particular competición con la disputa del Torneo Meseguer con Calaceite, Maella, Fabara, Nonaspe y Batea, venciendo (12-2) en la final al Maella el 25 de diciembre. La final provincial la gana (5-0) al Épila el 5 de febrero, con goles de Roca, García, Maza y dos de Rocañín, logrando el billete para Teruel.

El desplazamiento a la capital del Bajo Aragón consta de dos etapas, primero en tren hasta Zaragoza, donde pernoctan en la Posada de las Almas, en la calle San Pablo, y nuevamente en tren hasta final de trayecto, donde están tres días disputando otros tantos partidos frente a Huesca, Teruel y Castellón. El primer partido lo juegan contra los levantinos, que les ganan por goleada quizá por causas psicológicas: Alastuey les había dicho que se comportaran como caballeros significando el juego limpio, ejemplo que no siguen sus rivales, terminando el encuentro con varios lesionados. Aprendida la lección, reaccionan los siguientes partidos pero ya no tienen opción, quedando eliminados. Las diferencias entre unos y otros no se circunscribían únicamente a la mentalización pre partido, sino que era evidente incluso en la vestimenta. Los jugadores caspolinos van equipados con camiseta azul marino, pantalón blanco y unas botas americanas que pesaban muchísimo y el resto de los equipos, selecciones en realidad de sus respectivas provinciales, llevaban uniforme completo incluido chándal.


Texto Libro