Club Deportivo Caspe
 

Prólogo


Sumergirse en un mundo cercano y conocido puede ser una experiencia insospechada. Descubrir lo incógnito de una materia familiar es sólo comparable al período que abre la vida de los seres humanos: insaciable atracción por los datos inéditos y búsqueda constante de los matices aportados por las gentes que los han vivido. Es un agradable ejercicio de vigor y es, quizás, la misma sensación que me produjo adentrarme en la historia del Club Deportivo Caspe tras las peticiones de Miguel Caballú, primero, y Alberto Serrano, después.

Había transcurrido el verano de 1989 cuando me propuse dedicar una parte de mi ocio a indagar sobre el tema encomendado. Estructuré el trabajo en torno a dos vías de investigación: la estadística (partidos ganados, empatados o perdidos, goles a favor y en contra, nombres de jugadores, etc.), y las vivencias de aquellos que habían pertenecido a la entidad. La una debería anteceder a la otra y la elección no tuvo color, me incliné primero por hacer acopio de los números que fijaran cronológicamente los hechos y ya se encargaría a continuación la memoria de los encuestados de adornar su desarrollo.

Sin embargo, los comienzos fueron costosos, espaciados en el tiempo e incluso desalentadores. El primer obstáculo serio a mis planes lo produjo la nula documentación existente en el Club, inverosímil dejadez sólo comparable a la protagonizada por la Federación Aragonesa de Fútbol, un ente fundado a la par que el C.D. Caspe, pero carente de archivos hasta la temporada 1953-54 y a partir de esa fecha, únicamente conserva la última clasificación, sin datos que certifiquen los números finales. Terrible hándicap.

Por otro lado, los periódicos guardados en la Hemeroteca del Ayuntamiento de Zaragoza ("Heraldo de Aragón", "Amanecer", "El Noticiero", "La Hoja del Lunes", "El Día", "El Punto Deportivo"...) no recogen todos los resultados y algunos de estos, sumados, no coinciden con la clasificación federativa. Menos mal que el porcentaje de los erróneos es mínimo y despreciable la desviación mencionada.

Por si estos contratiempos no fueran pocos, tampoco tuve acceso a la colección de Zaragoza Deportiva. No sé de cuantos apuros me hubiera sacado su lectura, pero es fácilmente imaginable la desazón que me produjo no haber podido consultar sus páginas. A pesar de todo ello, la satisfacción es máxima porque una gran parte de los datos desconocidos han sido cuadrados, bien por eliminación, bien por un aséptico estudio ponderado.

En cuanto a la segunda vía de investigación: la charla con las gentes del fútbol; ésta no ha podido ser más gratificante. Todas las personas entrevistadas se desvivieron por ofrecer lo mejor de sus recuerdos para que tuvieran reflejo escrito. Y no sólo eso, sino que la práctica totalidad de los documentos gráficos proceden del desprendimiento de sus propietarios, verdaderos tesoros en algunos casos, reintegrados a sus legítimos dueños una vez fotocopiados.

Para sacar adelante estos contactos, pensé en dos métodos a seguir: convocar a varias personas afines o citar a un solo personaje e ir directo al grano. El planteamiento de la primera fórmula era sencillo, se reunía a varios contertulios, se postulaba un tema de opinión moderado convenientemente y un bolígrafo o una cinta magnetofónica recogería los comentarios más interesantes que el debate había suscitado. Sólo tuve dos experiencias, suficiente como para desistir de la idea. El ejemplo es simple: Uno de los presentes toma la palabra, empieza a contar su historia y, al poco rato, otro de los reunidos interrumpe al primero con una carcajada o un corto ¡Ya me acuerdo!, que lejos de enriquecer el curso de la parrafada, obliga a que un tercero entre en el juego y salga con aquello de... ¡Y cuando nos vimos en aquel fregao...!; con lo cual, todos ríen convencidos de la anécdota y ni se acaba la primera historia, ni tiene tiempo de concluir la segunda, porque a continuación, ya hay una tercera sobre el tapete.

Desengañado, opte por citar individualmente a mis interlocutores, cuestionar hasta lo más intrascendente y así dar un repaso casi puntual a lo sucedido.

Por ello, mi agradecimiento a todas las personas físicas o dependientes de organismos públicos o privados, que desinteresadamente han colaborado sin objetar mi labor ni un solo instante. Agradecimiento que hago particular a Manuel Ráfales, por conservar en tan buen estado las fichas de la primera época; Miguel Martín, por su ayuda en poner nombres a las caras de las fotografías más antiguas, y a Félix García, por su constante apoyo y oportuna presencia.

En definitiva, el trabajo que tiene el lector en sus manos está dividido en temporadas (períodos normalizados que comienzan en el mes de septiembre con las competiciones y terminan en junio cuando éstas cesan). Cada temporada consta de cuatro apartados:

- Un comentario, ligazón de lo acaecido en cada capítulo;
- Datos referidos al Club en cuestión;
- Fotografías y otros testimonios de interés, y
- Un espacio dedicado a otros equipos de la localidad.

Es un estudio documentado, no literario, que aúna los diferentes abatares por los que ha atravesado una entidad caspolina con más de setenta años de vida. Una vida que no está cerrada, que continúa y continuará, siempre que las gentes del pueblo lo quieran. Como tampoco está cerrada la presente publicación, más al contrario, si algún dato o información está errada o simplemente no contada y se puede demostrar, enriquecerá sin duda posteriores apéndices.

EL AUTOR,


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