Club Deportivo Caspe
 

Temporada 1991/92


José Hernández afronta su segundo año de mandato sin apenas cambios en la Junta. Sólo Fermín Latre, por traslado, deja vacante la tesorería y se produce un ligero reajuste pasando a ocupar el secretario, Joaquín Berges, ambos negociados. Con esta mínima variación, la Directiva presenta los siguientes nombres:

Presidente: Don José Hernández Comech.
Vicepresidente: Don Carlos Monferrer Gómez.
Secretario-tesorero: Don Joaquín Berges Amorós.
Relaciones Públicas: Don Jesús Altes Gresa y don José Verdaguer Solé.
Vocales: Don José Cubero Zabay, don Manuel Amorós Guardia, don José Fontoba Piera, don Sebastián Fontané Buisán, don Vicente López Escorihuela, don Joaquín Latre Fillola, don Manuel Sancho Poblador, don Agapito Fortuño Font y don Fermín Latre Royo.

Una vez realizado el correspondiente trasvase administrativo, llega el momento de centrarse en la composición del equipo, máxime cuando no queda prácticamente nadie del año anterior: con el entrenador César Ascaso se han desparramado por la regional aragonesa la casi totalidad de los efectivos.

En una de las últimas conversaciones entre técnico y presidente, y cuando el primero ya se había comprometido por el Sabiñánigo, recomienda a un amigo suyo para ocupar la vacante. Sin embargo, José Hernández, que tiene su propia visión de la categoría, ya ha pensado en un posible sustituto para el banquillo; se trata de un preparador que ha dirigido al Utrillas realizando aceptables campañas con un presupuesto no muy elevado: Alfredo Muñoz.

Pero los problemas no han empezado a saludar al veterano y avezado dirigente caspolino. El técnico, que en un principio no se niega, le da largas a continuación, para fichar posteriormente por el Hernán Cortés, equipo al que ya defendiera con anterioridad y que le permite no salir de casa para entrenar y jugar, cuanto menos, la mitad de los partidos de liga en Zaragoza.

Con la calabaza en el bolsillo, el presidente del C.D. Caspe fija su atención en tres nombres: Alfredo Lajusticia (Violeta), Tomás Alquézar y Agustín Cirac. Cuando Hernández contacta con el primero, éste ya ha fichado por el Ebro: "nos dijo que le apetecía mucho venir a Caspe, pero que ya se había comprometido con el conjunto zaragozano".

Tras la segunda desilusión, el presidente llama a Alquézar y quedan citados en Bujaraloz, en el restaurante El Español. La entrevista es muy cordial, pero el colegiado declina la proposición, "según nos hizo saber, se había arreglado con el Calatayud".

Cuando Hernández se propuso armar el equipo no se imaginaba, ni lo más mínimo, cuál iba a ser su suerte. Hasta el momento, la búsqueda de un entrenador era un camino de espinas; afortunadamente su recorrido concluía con el siguiente nombre de la lista: Agustín Cirac Piazuelo.

Agustín Cirac, un caspolino residente en Zaragoza, ya había defendido como jugador la camiseta del Caspe, e incluso su padre también había pertenecido a la disciplina caspolina. Cirac lleva doce años trabajando con las categorías base y está preparado para dar el salto: "José me llamó a casa proponiéndome algo difícil de rehusar". Ambos interlocutores coinciden en Zaragoza y no tarda en llegar el acuerdo, aunque el técnico cede un tanto sus pretensiones económicas por suponer más interesante el proyecto deportivo: "creí que me encontraría un grupo forjado y sólo me topé con Alfonso, Samper y Pascual".

Éste es el reto y gran problema a la vez para José Hernández Comech: debe inventarse un equipo con todo el riesgo que ello supone. El Caspe ya había pasado una experiencia similar cuatro años antes, con Agapito Fortuño y Paco Corpas recogiendo el testigo de Miguel Barriendos y Bienvenido Callao, si bien, en aquella ocasión, la renovación afectaba a menos unidades. Hernández hace continuos viajes a Zaragoza pero la efectividad no preside sus actos: "ni aun por dinero querían venir aquí", e incluso, en una ocasión, tras visitar la Ciudad Deportiva y contar con la palabra de tres jugadores, cuando llega a su casa recibe la negativa de éstos ante la recomendación del coordinador que les aconseja otro club: "ese año recibí muchas bofetadas". Las sucesivas zancadillas que Hernández encuentra en su camino van minando su moral y acercándole una idea que hará realidad cuando termine la temporada.

Agustín Cirac, por su parte, también se lleva un tremendo desengaño: "yo venía de una categoría, la Liga Nacional Juvenil, tremendamente profesionalizada, y me encontré en la Regional, donde tenía que hacer de todo". "La filosofía está completamente equivocada. La mayoría de los clubes viven por encima de sus posibilidades, no tienen seriedad para cumplir sus compromisos y les falta cantera para surtir a los equipos de arriba".

El inicio del torneo se acerca y los dirigentes caspolinos no firman lo que quieren sino lo que pueden. La carencia de recursos ha obrado en su contra y confeccionan un equipo, "guerrero, luchador y con unas gotitas de calidad", según su técnico, "cualidades muy aprovechables puesto que nuestro objetivo era mantener la Tercera".

El C.D. Caspe empieza mal la competición: pierde varios encuentros, sale goleado en uno de ellos y roza el farolillo rojo de la tabla. Justo el instante en el que se originan movimientos sísmicos en la Directiva, no acostumbrada a tales percances. La situación se torna incontrolable y las incoherencias salpican a la cabeza de la organización con Cirac como foco de la discordia. Mientras, el vicepresidente anuncia que "estuvimos a punto de cambiarlo porque los aficionados le pedían más calor desde el banquillo", el presidente no ve peligro acuciante: "la categoría no estaba en juego y, además, ¿qué logras cesando al entrenador?, pues tener que pagarle a él y al que venga".

Por su parte, el técnico no aprecia desdén en su cometido: "pagamos cara la falta de conjunción y la inexperiencia colectiva, eso fue todo. Nos costó arrancar, con un principio muy inestable, pero luego nos estabilizamos. Si en el vestuario la convivencia es buena, se suelen superar los tragos amargos. Sólo tuvimos que dar la baja a un jugador por falta de adaptación". Las lesiones tampoco respetan a la plantilla y dos de sus miembros sufren rotura de los ligamentos cruzados de la rodilla: Pablo en el partido de fiestas y Gil a mitad de temporada.

El Caspe practica un 4-4-2 y termina la Liga clasificado en decimotercer lugar: "Fuimos de menos a más...", señala Carlos Monferrer, que añade: "... el final fue clave porque había varios equipos igualados". "La experiencia me curtió mucho...", apunta Agustín Cirac, para rematar, "... porque las dificultades te hacen agudizar el ingenio". Son las opiniones autocomplacientes de dos personajes que, incomprensiblemente, seguirán unidos, quizás, por sustento mutuo.

José Hernández Comech, presidente a la sazón del Club Deportivo Caspe, ve acercarse con deseado alivio el final del campeonato. Su máxima preocupación, las cuentas, no acusan globalmente los vaivenes deportivos y su pensamiento, que ha ido larvando desde mucho antes de rodar el cuero, se va a hacer realidad: Hernández, cansado de luchar contra "molinos de viento", presenta convencido su dimisión irrevocable.

La decisión, oficiosa hasta entonces, se hace pública en la asamblea de socios y queda abierta la puerta para nuevos "hidalgos desfacedores de entuertos". Mientras, el presidente saliente presenta un balance positivo de 13.850 pesetas de un presupuesto total de 9.890.543 pesetas. Las partidas más importantes han sido: Ingresos, por taquillas, 2.401.700 pesetas; por socios, 3.578.500 pesetas, y por publicidad (Vinsa) y rifas, 1.465.000 pesetas; en cuanto a los gastos más representativos, la partida dedicada a jugadores y entrenador asciende a 6.818.500 pesetas, "o sea, que fundimos el millón del año anterior". La marcha deportiva condiciona la afluencia de aficionados y las entradas bajan un cuarenta por ciento respecto al ejercicio precedente. Hasta la siempre salvadora verbena de carnaval sufre un patético retroceso: "sólo sacamos 50.000 pesetas, justo las ganancias del bar".

Los socios presentes en la Junta general ordinaria que se celebra en el salón de plenos del Ayuntamiento caspolino propugnan, ante la falta de candidatos, la continuidad de Hernández al frente de la entidad. Como quiera que éste ha reflexionado largamente las vicisitudes pasadas, ha adoptado una determinación y permanece fiel a ella. La reunión termina, pues, sin acuerdo al respecto.

El alcalde, Mariano Gómez Callao, vinculado desde siempre al Caspe y todavía con carnet en activo, hace suyo el problema e intercede como primera autoridad local para que Hernández cambie de parecer, "hasta tres veces me entrevisté con Mariano, dos de ellas en la alcaldía". Comprobada la contumaz negativa del presidente dimisionario, Mariano Gómez enfoca sus gestiones hacia el vicepresidente. Carlos Monferrer, que cuenta con el apoyo de Martín Santolaria, acepta la proposición y en una nueva asamblea queda oficiado el relevo.

Al margen del primer equipo, que porfía por una salud libre de achaques, la Escuela Municipal de Fútbol sigue con su meritorio cometido de acercar a los más pequeños los entresijos técnicos de este deporte. Para ello, valiéndose del patrocinio de la Diputación Provincial, acepta los cursillos "Juan Señor" organizados por la empresa Acción Deporte. Desde el mes de marzo se imparten las clases en Caspe, Calatayud, Tarazona, Fuentes y Figueruelas para, a finales de junio, celebrar una jornada de convivencia en La Romareda, presenciando un entrenamiento del Real Zaragoza y disputando un partido a continuación. Mientras, otros jugadores del pueblo buscan acomodo fuera de las fronteras locales; José María Rojas, por ejemplo, juega en la Preferente con el Mequinenza.


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